Siempre me he sentido atraído por el highlining. A los 16 años descubrí el deporte del slacklining. Una verdadera bofetada en la cara, pasé mi tiempo en una línea, en el suelo, estirándome cada vez más, hasta mi primer highline. Una revelación, una transformación. ¡Qué sensación, qué lucha, qué esfuerzo... Pero sobre todo, qué belleza! La estética de este deporte es absoluta. Estamos cerca del arte, de la creación de una pintura efímera, entre el cielo y la tierra. Creo que siempre he sentido esta visión. Y para expresarlo comencé a tomar fotografías, llegando incluso a convertirme en fotógrafo profesional. Por supuesto, no solo fotografío highlining, pero sigue siendo mi deporte favorito para fotografiar. Porque me habla a mí, pero también porque le habla a todo el mundo. Mantener el equilibrio sobre un alambre no es sólo una hazaña para un equilibrista, es una hazaña para cualquiera que busque constantemente el equilibrio en su vida. O más bien, busca contrarrestar los desequilibrios, porque el delicado equilibrio sólo existe temporalmente. Todos somos equilibristas en nuestro universo, y creo que eso es lo que representa el highline. Y el vacío aporta esa dimensión mística, onírica y atrevida que tanto me fascina.
Así que creo que esto es lo que me lleva, por un lado, a practicar este deporte, y por otro lado, a tomar fotografías de él. También hice una película, Arves en Ciel, que cuenta la historia de una maravillosa aventura humana para instalar un increíble highline en las Aiguilles d'Arves.
Próximamente realizaré nuevas películas, siempre con el objetivo de resaltar la intensa emoción que proporciona el highlining.
Así que, ¡estén atentos a este espacio!